jueves, 2 de junio de 2016

Más relatos antárticos: La Expedición de Otto Nordenskjöld


Tenía preparada una segunda entrada sobre mi viaje a la Antártida, pero por razones que no vienen al caso, justo cuando iba a publicarla he decidido suspenderla, en principio de forma indefinida. Ello ha supuesto que tenga que recurrir a una nueva historia, que ha provocado el consiguiente retraso. Aclarado esto, vamos con una nueva aventura, basada en una historia, de las muchas que primero leí sobre la Antártida en los años que estuve soñando con el viaje y más tarde con su preparación, y otras las que tuve la ocasión de conocer durante el desarrollo del mismo.
Como indiqué en mi anterior entrada, es mi intención publicar aquí algunas de esas historias, acompañadas por imágenes que tomé durante mi viaje.

Caleta Cierva.


Aunque para la mayoría la aventura por excelencia es la que vivió la expedición de Shakelton hay otras menos conocidas pero igualmente impresionantes que ponen de manifiesto hasta donde puede llegar la resistencia y la determinación del ser humano. Pues bien, voy a relatar aquí una de las que me resultó más impresionante: la expedición del sueco Otto Nordenskjöld.
Este hombre fue un geólogo, geógrafo y explorador polar, que tras participar en viajes de exploración a lugares tan dispares como la Patagonia, Alaska y Canadá, lideró la expedición sueca a la Antártida que se llevó a cabo durante los años 1901-1904. ¡Tres años en la Antártida! Vamos a contar cómo fue la cosa.

Accediendo al Canal de Lemaire.


El viaje comenzó en Gotebord en Octubre de 1901. El geólogo Otto Nordenskjöld, que contaba entonces con 32 años, se embarcó en el buque Antartic junto a otros 6 científicos y doce perros de Alaska rumbo a Buenos Aires. El barco estaba preparado para soportar temperaturas bajas, pero no para los calores que tuvieron que soportar al atravesar las zonas tropicales, donde murieron diez de los doce perros. Ya en Argentina se les incorporó el alférez de la Armada de ese país José María Sobral, que participaría en la expedición. A cambio, el gobierno argentino les aprovisionó de carbón y víveres y se comprometió a participar en un eventual rescate en caso de emergencia. También se unió a la expedición el artista estadounidense Frank Wilbert Stokes.
El 21 de diciembre de 1901 el Antartic tomó rumbo a Stanley (Malvinas) donde llegó diez días más tarde. El objetivo era conseguir nuevos perros que sustituyeran a los que habían muerto por el calor. También se les unió un habitante de las Malvinas que se encargaría de los perros.
El 11 de Enero de 1902 llegaron a las islas Shetland del Sur, explorando algunas de ellas, y más tarde se dirigieron al hasta entonces conocido como estrecho de Orleans, que ellos descubrieron que no era tal, sino un estrechamiento que acababa cerrándose por completo. Cruzaron otro estrecho que bautizaron con el nombre de “Antartic” en homenaje a su barco y el 15 de Enero descubrieron una bahía que bautizaron como “Esperanza”, continuando por el mar de Weddel hasta la isla Paulet.


Isla del Diablo. Muy cerca de Paulet, donde tuvo lugar toda esta historia.


Después de otras exploraciones, el 9 de Febrero pusieron rumbo a la isla Cerro Nevado (Snow Hill), pero debido al abundante hielo tuvieron que desembarcar en la isla Paulet y continuar a través del hielo marino hasta la isla Cerro Nevado para instalar allí su campamento de invernada. Transportaban una cabaña de madera desmontada, así como abundantes provisiones y combustible para más de un año, además de todo el material necesario para realizar sus labores científicas. Mientras tanto el Antartic, al mando del capitán Larsen regresó al norte huyendo de los hielos. En su viaje a las Malvinas hicieron un rodeo para visitar Georgia del Sur. Allí Larsen eligió un sitio para instalar una futura estación de caza de ballenas, al que bautizó como Grytviken (Bahía de los Calderos) debido a que encontraron unos viejos calderos que habían sido usados por alguna expedición anterior para derretir grasa de focas y de elefantes marinos. El 28 de Febrero arribaron a las Malvinas donde el pintor Stokes abandonó la expedición.

Albatros de Ceja Negra.


El grupo de Otto Nordenskjöld trabajó afanosamente y en pocos días montaron la cabaña de madera, revistiéndola de láminas de cartón embreado. Sus dimensiones eran de 6,5 m de largo por 4m de ancho. Constaba de cuatro pequeñas habitaciones, tres como dormitorio (dos personas cada una), otra para la cocina y un espacio intermedio para ser utilizado como comedor y gabinete de trabajo. Tenía un altillo para guardar víveres y utensilios de trabajo. Disponía de doble puerta con un espacio entre ambas a modo de aislamiento. La cabaña dio muy buen resultado, haciendo medianamente confortable la estancia de aquellos hombres. En el interior disponían de una estufa de carbón más otra que encendían para cocinar. Sin embargo las temperaturas que registraron estuvieron con frecuencia por debajo del cero, aunque nada parecido a los -40º C. que registraron en el exterior. Entre sus muchas anotaciones, Nordenskjöld indicó que la cabaña había respondido bien a los envites del clima antártico, pero que si se volvía a emplear una construcción similar en próximas expediciones, esta sería aún más eficiente si estaba provista de doble pared, rellenando la cámara intermedia con aserrín. También aconsejaba que el suelo del altillo debería estar cubierto con una lona impermeable para evitar la “lluvia de compota” que ellos padecieron, al reventar por el frío los envases de vidrio que la contenían. Alrededor de la cabaña fueron construidas instalaciones para observaciones magnéticas y para los aparatos e instrumentos meteorológicos.

Imagen del refugio de la expedición, tomada en su momento.


En cuanto a las provisiones de agua, el lugar elegido les permitía recoger con facilidad hielo en un glaciar cercano que derretían sobre la estufa. Durante todo el otoñó e invierno antárticos realizaron trabajos meteorológicos, magnéticos, astronómicos, hidrográficos, biológicos y geológicos, así como expediciones sobre el hielo del mar a las islas vecinas y a la zona próxima de la península Antártica, región que luego se conocería como Costa Nordenskjöld, y que se extiende al suroeste de la isla, llegando hasta las proximidades del Círculo Polar Antártico. En esos recorridos llegaron a caminar más de 600 km por el hielo. Debieron tener muchos momentos de ocio que dedicaron a juegos de cartas, lectura y muchos momentos de charla. El que peor lo debió pasar fue el Alferez Sobral ya que no hablaba sueco, y al tiempo que ninguno de los suecos hablaba español.


Mapa de los recorridos sobre el hielo realizados por los exploradores suecos.


En Noviembre de 1902, el Antartic, capitaneado por Larsen regresaba de las islas Malvinas con la intención de recoger a los miembros del grupo. Previamente había enviado mensajes al Gobierno de Argentina y a las autoridades suecas sobre las rutas y campamentos planificados, y dejado las instrucciones necesarias para una eventual operación de rescate que debería organizarse si en abril de 1903 no hubieran regresado.

Ballena Franca


A medida que se aproximaban a a isla de Cerro Nevado empezaron a observar que había una gran cantidad de hielo que les bloqueba el paso, llegando a un punto en que el avance se hacía imposible. Continuaron haciendo intentos durante un mes momento en el que Larsen decidió enviar un pequeño grupo a bordo de un bote ballenero para que contactaran con Nordenskjold a fin de explicarle la situación y sugerirle el avance a través del hielo hacia un punto de unión con el barco mucho más al norte de lo previsto. Los tres integrantes del grupo fueron los marineros Andersson, Duse y Toralf Grunden, que llevaban un trineo y provisiones sólo para unos días.

Paisaje antártico en Portal Point.


Una vez desembarcados los tres hombres, Larsen continuó hasta el punto de encuentro, dando por hecho que estos llegarían a su destino en unos días. Sin embargo no fue así. Al día siguiente el pequeño grupo de contacto se topó con una franja de mar abierto, debiendo cruzarla con el bote. Cuando llegaron a tierra el terreno costero era rocoso y les era extremadamente dificultoso avanzar con la carga del trineo, motivo por el que decidieron regresar al barco. Al llegar, este había zarpado, dejándolos solos en el hielo. Volvieron a tierra donde tenían el trineo, y nada más llegar les sorprendió una enorme tempestad que duró varios días. Improvisaron un pequeño refugio junto a una roca, empleando piedras, así como el trineo y una lona como techo. Viendo que el contacto con el barco era imposible y que la cabaña de Nordenskjöld quedaba inaccesible para ellos, se plantearon invernar en aquél pequeño cubil. Sin provisiones, tuvieron que cazar cuantos pingüinos y focas pudieron, y enterrarlos bajo el hielo para que se conservaran. Comieron la carne de los animales y usaron su grasa para cocinar, durante un invierno que debió ser terrible. La temperatura en el interior del pequeño espacio en el que se hacinaban bajó con frecuencia de los -20º C.
Pingüinos de Adelia.

Por su parte el Antarctic, tras desembarcar a las tres personas que habían de llegar caminando sobre el hielo hasta la cabaña, había zarpado tratando de encontrar de nuevo un paso libre de hielo más al este de la península Antártica, que le permitiese llegar, dando un rodeo, a la isla Paulet. Ese intento resultó fatal, pues el barco quedó atrapado en el hielo el 12 de febrero. En ese momento estaban a unos 25 kms de la isla. Ante la imposibilidad de salvar la nave, Larsen dio la orden de abandonarla.
Lobo Marino y grupo de Pingüinos de Barbijo.

Los náufragos del Antarctic consiguieron llegar en pequeños botes a la isla Paulet en la que construyeron una cabaña usando piedras, y utilizando las pequeñas embarcaciones y el velamen como cubierta. Allí se refugió la tripulación del Antarctic (veinte hombres en total) desde febrero hasta noviembre de 1903. Apenas contaban con provisiones, por lo que tuvieron que recurrir también a los pingüinos que consiguieron cazar y a sus huevos, si querían sobrevivir durante el crudo invierno antártico.
Pollo de Pingüino Papua muerto sobre la nieve. Estas aves contribuyeron a la supervivencia de los expedicionarios.

La situación era trágica. Los expedicionarios quedaron divididos en tres grupos incomunicados entre sí. Nordenskjöld, sin noticias de fuera desde hacía dos años, todavía contaba con algunas provisiones, pero estas escaseaban, así como el combustible. Ellos también tuvieron que dedicarse a la caza a fin de complementar sus escasas vituallas con carne de pingüino y cocinar con grasa de foca. Su mayor temor era que el Antarctic hubiera podido naufragar justo después de dejarlos a ellos, en cuyo caso era difícil que acudiera una expedición de rescate, y en caso de hacerlo sería inútil, pues nadie conocía su ubicación exacta.
Ballena Jorobada.

Larsen y sus marineros se enfrentaban por primera vez al invierno antártico sin apenas recursos y hacinados en un pequeño refugio de piedra.
Y el grupo de los tres marineros en idéntica situación.
Después de varios meses de invernada, justo al comenzar el deshielo, Larsen intentó ponerse en contacto con el resto de sus compañeros, y el 9 de noviembre de 1903 llegó finalmente a isla Cerro Nevado.
Una de las cosas que más me impresionó en el viaje: los icebergs. Increíbles formas y colores hacen que su contemplación sea un deleite.

De repente, en medio de la blancura divisaron unas figuras negras que parecían moverse. Creyeron que se trataba de pingüinos, pero pronto vieron que eran demasiado grandes. Larsen utilizó sus prismáticos y pudo comprobar que eran personas. Unos tipos peludos, de aspecto completamente oscuro y vestidos con pieles de foca. La sorpresa fue mayúscula. Por aquellos años la Antártida se encontraba sin explorar y muchos teorizaban sobre los posibles habitantes nativos que pudiera haber en aquellas tierras. Si en el polo norte existían poblaciones de esquimales ¿Como serían los pobladores de la Antártida? Larsen creyó ser el protagonista de aquél primer encuentro con una nueva civilización y se preparó para tan solemne acontecimiento. Sin embargo, cuando estuvieron frente a frente la sorpresa fue aún mayor; aquellos tipos de pelos y barbas largos y enmarañados, tez oscura y ataviados con pieles, ¡hablaban sueco! El misterio se desveló enseguida. Los tres hombres no eran habitantes de la Antártida, aunque llevaban meses sobreviviendo allí. Eran los marineros Andersson, Duse y Toralf Grunden, encargados de contactar con Nordenskjöld. A pesar de la precariedad y las penurias que unos y otros sufrían, la alegría del encuentro subió el ánimo de unos y otros y les dio nuevas fuerzas para continuar.
Imágenes de los tres supervivientes al poco de llegar a la cabaña, ya sin pieles de foca, pero conservando el aspecto que tenían.



En Cerro Nevado habían de pasar el invierno Nordenskjöld, el meteorólogo Gösta Bodman, el marinero Gustav Akerlund, y el alférez argentino Sobral.
Desde el ambiente confortable que ofrecen los barcos que hoy se aventuran por estos lugares, si uno se para a pensar en situaciones como la que aquí describo, termina llegando a la conclusión de lo insignificantes que somos ante la naturaleza extrema.

A miles de kilómetros de allí, había gente que estaba preocupada por la expedición, así como por los marineros que tenían que recogerlos. La falta de noticias sobre Nordenskjöld y Larsen movilizó a suecos, y argentinos para organizar una expedición de rescate. Los franceses también se mostraron dispuestos a participar en ella. Finalmente el 8 de octubre de 1903 la corbeta argentina Uruguay al mando del capitán Irízar zarpó desde Buenos Aires y12 días después alcanzó Ushuaia. Allí permaneció hasta el 1 de noviembre en espera de otras dos expediciones organizadas para el rescate, enviadas por Suecia y francia, que no llegaban. Irízar no quiso esperar más y la Uruguay zarpó de Ushuaia; pocos días más tarde navegaba a corta distancia de la isla Paulet, sin saber que allí estaban los náufragos del Antarctic, a quienes sin saberlo, dejaron a corta distancia. La travesía a Cerro Nevado fue rápida y sin contratiempos; el 8 de noviembre se produjo el encuentro con la expedición científica de Nordenskjöld, que continuaban esperando al Antarctic.
Elefantes Marinos.

Los argentinos informaron a los suecos de la situación. Habían llegado a rescatarlos porque no había noticias del Antartic, que presumiblemente había naufragado. La decepción y los malos momentos finalizaron al día siguiente, cuando en el campamento se presentó el capitán Larsen y seis tripulantes del Antarctic.
Con excepción de un marinero que murió debido a problemas cardiacos, todos habían sobrevivido al invierno antártico en improvisados refugios de piedra. Poco después, la Uruguay ponía proa hacia la isla Paulet, recogía al resto de náufragos del Antartic y emprendía el regreso hacia tierras argentinas, poniendo fin a la odisea.


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