viernes, 21 de noviembre de 2014

CASTILLO DE ALMORCHÓN, CENTINELA DE LA SERENA


Grupo de Grullas sobrevolando el Castillo de Almorchón.

Al Este de la provincia de Badajoz, en plena comarca de La Serena, y justo en medio del paso natural que se abre entre las Sierras “de Tiros” y “de la Rinconda” (que separan la zona esteparia del Norte de las Dehesas del Sur) se eleva un promontorio rocoso sobre el que se ubica el castillo de Almorchón.


Vista del Castillo de Almorchón desde las Dehesas del Sur.

Vamos con un poquito de historia:
Los cortados de cuarcitas sobre los que se asienta nos indican que debió ser una fortaleza inexpugnable, lo que unido a su estratégica ubicación, explica que fuera usado como lugar defensivo ya en tiempo de la dominación romana, y más tarde y de forma más significativa por los árabes (de donde proviene el nombre actual). A la caída de estos en la zona (1236) el rey de Castilla Fernando III “El Santo” hizo entrega del lugar a los Caballeros Templarios que lo remodelaron por completo, y fue con quienes gozó de un mayor esplendor. Posteriormente, con la disolución de la Orden del Temple pasó a manos de la Orden de Alcántara, quienes dejaron nuevamente su impronta en el edificio, modificándolo a la forma actual. Durante los sigulos XIV y XV el Castillo de Almorchón continuó desempeñando una importante función militar debido a su estratégica ubicación. A lo largo del siglo XVI se convirtió en un centro administrativo con fines recaudatorios, en especial del tránsito de ganados hacia los ricos pastos de La Serena. En los siglos siguientes sin embargo, lo mismo que la mayoría de este tipo de edificaciones, fue perdiendo importancia hasta caer por completo en el actual abandono. La última vez que se le dio un uso militar fue durante la guerra civil española (1936-1939), donde se asentó un pequeño destacamento militar encargado de controlar el paso entre Castuera y Cabeza del Buey, importantes enclaves durante la época de la “bolsa de La Serena”. El afán por tener una mejor visión de la carretera llevó a eliminar parte de la estructura edificada produciendo daños en la parte exterior de la misma. En la actualidad conserva una torre del homenaje de planta pentagonal, y otra cilíndrica parcialmente derruida (según algunos testimonios por un intento de voladura durante la guerra civil, con el fin que se ha indicado), además de restos de murallas, torreones y de un algibe. Desde abajo nos da la impresión de ser un asentamiento más pequeño de lo que en realidad es, pero como ocurre muchas veces, las apariencias engañan. De hecho, según los historiadores, la fortaleza supera los 800 metros cuadrados de planta, siendo la cima del monte aún mayor.

Otra vista del Castillo de Almorchón.

Por si solo, este enclave bien merece un ratito de observación, y es frecuente ver a un buen número de transeúntes parados junto a la carretera que discurre a pocos metros tomando fotos del enclave, pues hay que reconocer que la imagen que ofrece nos impacta. De hecho, una buena cantidad de esas imágenes están accesibles en internet, contando en la red con muchas más instantáneas que otros castillos de mayor relevancia.

Aunque hoy día el Castillo de Almorchón es de propiedad privada, estando restringido su acceso, los que hemos tenido la suerte de visitarlo (y además en numerosas ocasiones) podemos atestiguar la magnífica visión que ofrece, con los pastizales de La Serena al norte, la cadena de sierras a este y oeste, y las interminables dehesas que se extienden hacia el sur.



Grupos de Grullas atravesando el collado en la Sierra de Tiros, donde se ubica el Castillo de Almorchón.

Pero si algo destaca por encima de todo en este paraje, es la avifauna, y no sólo la que se asienta sobre él de forma más o menos permanente, sino también la que puede verse tanto desde tan magnífica atalaya, como posada sobre ella, por tratarse de un privilegiado enclave en zona de tránsito. En primavera y verano, además de las aves que lo usan para nidificar (Cigüeñas, Chovas Piquirrojas, Aviones Roqueros, Collalbas Negras, Roqueros Solitarios, Cernícalos…) son frecuentes los avistamientos de grandes rapaces (Alimoches, Buitres Leonados, Águilas Reales, Culebreras o Perdiceras) que lo usan como oteadero. De hecho, la restricción de acceso impuesta por la propiedad desde hace unos años (tras el robo del escudo de armas) ha favorecido a las especies que lo emplean como lugar de nidificación o atalaya, habiendo incrementado sus poblaciones o su presencia ocasional de forma considerable.

Águila Perdicera; uno de los visitantes del lugar.


Roquero Solitario (hembra); otro de los moradores habituales en el Castillo de Almorchón.

 Pero es en otoño y sobre todo en invierno cuando el Castillo de Almorchón nos proporciona el mayor espectáculo, con el paso de cientos y a veces miles de Grullas que cruzan este lugar estratégico en sus desplazamientos diarios entre los dormideros situados al norte, cerca del río Zújar y zonas de alimentación en las dehesas del sur. Hay muchos parajes en la geografía extremeña donde disfrutar del espectáculo que supone un paso de grullas, pero sin duda ninguno como este, en el que naturaleza e historia se dan la mano, y donde el griterío de las grullas viene siendo escuchado por los humanos desde la noche de los tiempos.

Vista del Castillo de Almorchón en Invierno.

Los fríos días invernales, con frecuentes bancos de niebla matinales, convierten a este enclave en un lugar mágico, incrementado por el trompeteo de las Grullas que sobrevuelan la zona a baja altura. Por su parte durante los atardeceres, con el sol poniente recortando la silueta del castillo, y de nuevo con las Grullas de fondo, el sitio vuelve a sorprendernos con su deslumbrante apariencia.

Grupo de Grullas de regreso hacia el dormidero, con la sierra al fondo.

Pocos lugares como el Castillo de Almorchón se prestan tanto a la concordancia entre historia y vida salvaje, entre lo construido y lo agreste, lo humanizado y lo indómito. El paso del tiempo ha querido que se convierta en una parte del paisaje, donde la naturaleza finalmente ha acabado por ganar la partida.
Es este uno de esos lugares en los que podemos dar rienda suelta al disfrute de nuestros sentidos. Sin tener que subir al castillo, es seguro que nuestra vista, oído y hasta olfato, recibirán un asombroso y gratificante regalo. Una de esas experiencias que perduran gratamente en el recuerdo.

Esta entrada, con ligeros cambios, puede verse en el libro que se presentará el próximo día 22 en el "V Encuentro de Blogueros de Extremadura" que tendrá lugar en Trujillo con el patrocinio de la Dirección General de Turismo del Gobierno de Extremadura y la Fundación Xavier de Salas.
 

martes, 28 de octubre de 2014

Quebrantahuesos, rey de las cumbres pirenaicas.


La única vez en mi vida que me ha tocado la lotería fue allá por Febrero del presente año. Y hasta recibí una llamada del Gobierno de Aragón para informarme de ello: me había correspondido una plaza en el sorteo anual de estas para el hide de “El Cebollar” en Torla, uno de los dos únicos lugares autorizados en España para la fotografía del Quebrantahuesos (vamos, autorizados y que además funcionan). Al otro existente ya tuve la ocasión de acudir en 2011 gracias a mi amigo Jordi Canut, a quien aprovecho para enviar un fuerte abrazo. Quienes quieran ver una entrada de tal ocasión pueden hacerlo pinchando aquí: http://bionaturfoto.blogspot.com.es/2011/11/azor-aragones-y-carroneros-leridanos-y.html

Volviendo a las sesiones de este año en “El Cebollar”, voy a seguir relatando un poco la historia que me llevó allí. Como la mayoría debe saber, el número de plaza que se obtiene en el sorteo da derecho a elegir una fecha, y aunque insisto que fui uno de los agraciados por la lotería, en mi caso el premio no fue el gordo ni mucho menos, pues tenía el puesto nº 11 de un total de 12. Esto quiere decir que las fechas más idóneas estaban cogidas de hacía tiempo, y tuve por tanto que elegir entre Julio y Septiembre.  Me decanté por Septiembre gracias al consejo de otro buen amigo, en este caso Enrique Santos, de cuya compañía pude gozar en mi anterior experiencia fotografiando Quebrantas en Buseu, y cuya dilatada experiencia con la especie me hizo aprender mucho y me sirvió para conseguir mejores resultados de los que por mi solo habría obtenido.

Cuando se iba aproximando el momento, y siguiendo las indicaciones del permiso, contacté con el Agente de Medio Ambiente encargado del comedero para concretar la fecha dentro de los días posibles, y para hacer esas habituales preguntas y resolver esas cuestiones que uno se plantea antes de de acudir a un nuevo sitio. Por cierto, sobre nombre de “el Cebollar”; tenía la curiosidad de conocer a qué hace referencia tal topónimo, sabiendo que no era precisamente el lugar más idóneo para el cultivo de cebollas. El agente Manuel Grasa me aclaró que se debe a la abundancia en la zona del bulbo de Chenopodim majus, muy apreciado por los jabalíes. Todo tiene su explicación en esta vida. Volviendo a Manuel, ya me habían hablado de su carácter afable y cordial, pero ahora puedo decir que tales calificativos se quedan cortos. Durante los días que le traté pude ver a un hombre acogedor, amistoso, buen conocedor de su trabajo y siempre atento. Un gran profesional y una gran persona. Lo mismo que Enrique, cuando le hablé de la fecha que me había correspondido me dijo que no era la mejor, pero tampoco la peor; y hoy puedo decir que ambos tenían toda la razón.


Las circunstancias meteorológicas reinantes en la zona durante el siempre cambiante mes de Septiembre, y las previsiones que anunciaban en televisión, me hicieron decantarme por los tres primeros días, y así regresar lo antes posible, pues son muchas las tareas que uno tiene pendiente. Además ello me permitía visitar de regreso al amigo Enrique Santos y su compañero “Amapolo” que nunca defrauda. Y no sólo no defraudó, sino que tanto él como su compañera “Amapola” se portaron de maravilla, pero esa es otra historia que espero contar en otra ocasión.

Durante esos tres días tuve un tiempo cambiante, con sol, nubes, lluvia, y hasta niebla, pero siempre tuve la suerte de no tener contraluces debido tanto a las nubes reinantes durante buena parte del tiempo, como a los momentos de aparición en escena de los Quebrantas.


La rutina diaria consistía en salir de la casa rural de la familia López en Fragen (muy recomendable, por cierto), reunirme con Manuel al inicio de la pista, y seguirle hasta las proximidades del comedero. El último tramo lo hacíamos en su vehículo, hasta el repetidor próximo al hide. Desde allí a pie. Luego, mientras él se dedicaba a la preparación de la comida, yo me acomodaba dentro del hide. Las primeras aves en llegar eran los Buitres Leonados, que en alguna ocasión se presentaron aún con Manuel haciendo los preparativos. A continuación llegaban Cuervos y Cornejas, y los Quebrantas se hacían rogar un poquito más, pero no defraudaron ninguno de los días. Al final de cada jornada, y una vez comprobado que no había aves en las inmediaciones desde hacía tiempo, hacía la salida internándome enseguida en el bosque, y saliendo de la protección del mismo bien lejos del hide. Bajada en solitario a Fragen y visionado de las imágenes. Cena y a descansar.


La verdad es que fueron tres días inolvidables. Me hacía falta una experiencia así, varios días dedicados por completo a la fotografía, … y tuve la suerte de disfrutar de ella nada menos que con los quebrantas.


Pongo aquí algunas de ellas, que no son una selección de las mejores, sino una selección de las enviadas a Manuel para complementar el documento que hay que entregar sobre las aves avistadas tanto en el comedero como en vuelo.
 


lunes, 2 de junio de 2014

Tiempo de Carracas

Aunque lo habitual es que las Carracas acudan a tierras extremeñas durante la primera quincena de Abril, y de inmediato inicien la reproducción, tenemos una pareja en el primillar de ANSER que ha decidido llegar tarde cada año. Por cuarta vez consecutiva, ha llegado a finales de Mayo, y ahora mismo está en pleno celo, permitiendo que justamente estos días, se consigan imágenes como las que se exponen a continuación, que fueron tomadas el pasado domingo día 1




Nikon D600 y 400 mm. + 1.4

Nikon D600 y 500 mm.

 Nikon D600 y 500 mm.

 Nikon D600 y 500 mm.

Nikon D600 y 500 mm.
 
Así es el posadero... y así queda con su moradora. Que como es habitual sigue manteniendo a los Primillas a raya. Nikon D600 y 300 mm.

miércoles, 30 de abril de 2014

Cáceres, una ciudad para las aves


En la Península Ibérica, los espacios que hoy conforman las ciudades, tuvieron su origen hace centenares de años cuando en esos lugares, por alguna u otra razón, se establecieron pequeños asentamientos humanos. Si bien algunos de esos asentamientos no han crecido en la misma medida que otros (las razones no nos interesan aquí, y por ello no vamos a tratarlas), en los que hoy conocemos como “ciudades” (según el diccionario con una población superior a los diez mil habitantes) con el tiempo se ha ido produciendo un considerable grado de crecimiento, y los campos colindantes a los primeros edificios han sido engullidos por el componente urbano. Se perdieron así numerosos enclaves, algunos de gran valía, pero en algunos casos (no demasiados) las características de las edificaciones y el gusto por lo natural, unido a la lentitud de las construcciones de épocas antiguas, posibilitaron cierto grado de coexistencia entre las aves (moradores naturales del terreno) y las personas que acababan de usurparlo. Era además una época en la que se tenía en cuenta a las aves a la hora de edificar, y no se ponía objeciones a su presencia sino todo lo contrario, pues suponían vida y alegría en el entorno. De esta forma, los mechinales se dejaban sin cubrir para permitir el acceso a Vencejos, Cernícalos, Grajillas, Estorninos o Gorriones entre otros, en las cornisas no se ponían impedimentos a la nidificación de Golondrinas y Aviones, y en los tejados era bienvenida la presencia de Cigüeñas. Era una época muy distinta a nuestros días, y durante esa andadura, gran parte de las ciudades perdieron en gran medida esa identidad y ese encanto natural que debió caracterizarlas en un principio. Pero por fortuna existen las excepciones. Tenemos en Extremadura numerosos enclaves urbanos que siguen conservando su identidad natural después de centenares de años. La mayoría son pequeños pueblos y aldeas, pero existe una ciudad de gran tamaño, que ha sabido compaginar de forma inmejorable el desarrollo urbano y la pervivencia de los valores naturales; esa ciudad es Cáceres, y hoy puede considerarse como un enclave urbano privilegiado, pues ninguna otra de su tamaño en toda nuestra región y muy pocas en toda la península albergan una fauna tan numerosa y pueden considerarse como paradigma de la convivencia entre personas y aves, en un entorno arquitectónico de gran belleza y lleno de historia.
Tal circunstancia empieza a emplearse como reclamo turístico, pero indudablemente esto es sólo la punta del iceberg. Si tenemos en cuenta el interés que despierta la naturaleza hoy día y el valor que desde siempre ha tenido y sigue teniendo todo lo histórico y monumental, en un futuro muy cercano el turismo en esta ciudad puede crecer de forma considerable. Si la ciudad de Cáceres sabe jugar bien sus cartas, y sabe proteger, mantener y fomentar esas cualidades que posee, tiene la oportunidad de erigirse en una auténtica “ciudad para las aves”, que indudablemente le proporcionará unos importantes recursos económicos mediante el desarrollo de un turismo de calidad. Apostar por ese modelo de desarrollo no depende sólo de los responsables políticos, sino del hacer diario de todos los cacereños, y de cuantos tenemos la suerte de vivir en Extremadura, y poder visitar esta magnífica ciudad con cierta frecuencia.











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