Nido de Golondrina Común.
Cuando se llega a cierta edad
parece casi obligado repasar mentalmente las diferencias entre el mundo
que tenemos ahora y aquél en el que vivíamos de niños. Una de las mayores
diferencias que yo más he acusado en estos últimos cuarenta años, es la que ha
experimentado la población de Golondrinas, esas pequeñas aves de pico corto y
aplanado, alas largas y estrechas y patas cortas, antaño abundantes el medio
rural en que me crié. Unas aves que conforman una de las familias mejor
definidas, con 89 especies repartidas por todo el mundo, cinco de las cuales habitan
en la Península Ibérica, y dos de estas se encuentran áltamente vinculadas a
los ambientes antropógenos: la Golondrina Común (Hirundo rustica) y el
Avión Común (Delichon urbica). Ambas ellas se alimentan de pequeños
insectos que cazan en vuelo, y construyen sus nidos a base de pequeñas bolas de
barro; un trabajo increíble y laborioso, que repiten cada año, en especial las
Golondrinas que también están más ligadas a edificaciones aisladas; en cambio los
Aviones tienen más preferencia por nuestros pueblos y ciudades y con bastante
frecuencia reutilizan nidos viejos y a veces superponen sus nuevas
construcciones creando moles considerables.
Golondrina Común cogiendo barro para construir su nido.
Aviones Comunes cogiendo barro para la construcción de sus nidos.
Decía que hace tan solo unas décadas, las poblaciones de Golondrinas y
Aviones eran tan abundantes que en determinados lugares era frecuente observar
agrupaciones de cientos de nidos, y que con sus habituales sonidos y su trajín
de un continuo ir y venir, alegraban nuestros pueblos y casas de campo, siendo
respetadas, admiradas y consideradas grandes aliados de la especie humana, por
la enorme cantidad de insectos que consumían.
Nidos de Avión Común.
Nido de Golondrina Común.
Aunque todavía es fácil observar a Golondrinas y sobre todo Aviones en
Primavera y Verano, quienes tuvimos la suerte de conocer grandes colonias a
finales de los años setenta, quedamos horrorizados al comprobar que en cuarenta
años la mayoría de esas enormes agrupaciones, sobre todo en el caso de las
primeras, han desaparecido, o en el mejor de los casos han quedado reducidas a
una mínima expresión. Como ejemplo quiero citar el de tres cortijos de La
Serena en los que allá por 1.978 fueron censadas más de cien parejas, y en los
que este año, en uno de esos lugares sólo quedaban dos, y en los otros dos
habían desaparecido. Y no es que nuestra región sea un caso especial, ya que en
otros lugares del territorio español la situación es similar o incluso peor.
Grupo de Aviones Comunes posados en cable en un pueblo de Extremadura.
Las causas de semejante declive de Golondrinas y del descenso de los Aviones parecen apuntar al hombre directa o indirectamente. En primer lugar, las edificaciones de hace décadas contaban con mejores accesos para ellas, y permitían una fácil ubicación de los nidos; en todos los cortijos y en las casas de nuestros pueblos eran frecuentes las cuadras y caballerizas, así como soportales y porches interiores. La mayoría de esas estancias han sido remodeladas impidiéndoles el paso; y mientras que en épocas pasadas la presencia de estas aves en una casa era considerada una suerte, y además de tranquilidad incluso se les ofrecía protección, en la actualidad se valora más la “pulcritud” y estas aves son consideradas una molestia por ensuciar paredes y suelos, y a veces sus nidos son destruidos, incluso en plena época de cría. Si este tipo de acciones cuando se realizan a nivel particular resultan vergonzosas y reprobables, cuando tienen lugar en centros públicos como colegios e institutos, la actuación de los responsables es por completo bochornosa y debía ser penada de forma severa.
Golondrina Común cebando acudiendo al nido para cebar a sus pollos.
Pero quizá la principal causa de la regresión de estas aves sea el creciente uso de plaguicidas en la agricultura, que les priva del alimento necesario en la época de reproducción. Tampoco se conoce con exactitud la situación de estas aves durante la invernada en el continente africano, donde la extrema pobreza y las hambrunas hacen que muchas personas encuentren en la fauna salvaje su único sustento.
Golondrina Común cebando a sus pollos.
Olvidándonos del aspecto pintoresco, con la disminución de estas aves
estamos perdiendo a unos excelentes aliados. Y es que el consumo que hacen de
insectos voladores es realmente impresionante. Sería muy difícil cuantificar su
ingesta diaria de insectos, pero algunos expertos han calculado que durante la
reproducción, una pareja de Golondrinas, por término medio ceba 120 veces al
día a sus vástagos. Analizando la composición de las cebas, cada una cuenta con
12 insectos de media, y ello cada día de los 20 que los 4 pollos permanecen en
el nido, en cada una de las 2 crianzas. Así las cosas, 120 x 12 x 20 x 4 x 2 =
230.400 insectos. Y esto es solamente los que comen los pollos durante su
estancia en el nido. Si tenemos en cuenta que cada pareja suele sacar dos y
hasta tres polladas por año, y si además sumamos el consumo de esos adultos
desde su llegada hasta su marcha, el total de insectos es sencillamente
sorprendente. Está claro que los beneficios que nos reportan están muy por
encima de lo que ensucian, y bien merecen nuestra protección.
Golondrina Común en posadero.
miércoles, 7 de noviembre de 2018
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